Domingo XIX del Tiempo ordinario

Misa 8 de agosto 2021

» La verdad buscada se encuentra en la amistad íntima con Dios «

Papa Francisco: Saludo a los representantes de la Orden de Predicadores, los do­minicos. Que el Señor os bendiga mucho. Y muchas gracias por todo  lo que hacéis en y por  la Iglesia {8-11-2015).  En  la segunda lectura de hoy, San Pablo nos pre­senta  una invitación comprometida: «No entristezcáis al Espíritu Santo  de Dios con que él os ha sellado para el día de la liberación final». Pero yo me pregunto: ¿cómo se entristece  al Espíritu Santo? Todos lo hemos recibido en el Bautismo y en la Confirmación. Para no entristecer  al Espíritu Santo, es necesario vivir de una manera coherente  con las promesas del Bautismo, renovadas en la Confirmación. De manera coherente,  no con hi­ pocresía: no olvidemos esto. El cristiano no puede ser hipócrita: debe vivir de una manera coherente.  Las promesas del Bautismo tienen dos aspectos: renuncia  del mal y adhesión al bien. 1. Renunciar al mal  significa decir «no» a las tentaciones,  al pecado, a Satanás. Más en concreto  significa decir «no» a una cultura de la muerte, que se manifiesta en la huida de la realidad y en la ida hacia una felicidad falsa que se expresa en la mentira, en la estafa, en la injusticia, en el desprecio del otro. A todo  esto, «no».  La vida nueva que se nos dio en el Bautismo, y tiene como fuente  el Espíritu, rechaza una conducta dominada por sentimientos  de división y de discordia. Por esto el Apóstol  Pablo exhorta  a desterrar del corazón «la amargura, la ira,  los enfados e insultos  y toda  maldad».  Estos cinco ele­mentos o vicios, que perturban el gozo del Espíritu Santo, envenenan el corazón y conducen a maldiciones contra  Dios y contra  el prójimo.  2. Pero no basta con no hacer el mal para ser un buen cristiano; es necesario adherirse al bien, hacer  el bien.  Por eso continúa di­ ciendo san Pablo: «Sed buenos, comprensivos, perdonándoos unos a otros como Dios os perdonó en Cristo». Muchas veces escuchamos a algunos que dicen: «Yo  no hago mal a nadie». Y se creen santos. De acuerdo, pero ¿hacen el bien? Cuántos no hacen el mal, pero tampoco  hacen el bien, y su vida discurre en la indiferencia, la apatía, la tibieza. Esta actitud es contraria  al Evangelio. Recordad lo que decía san Alberto  Hurtado: «Es bueno no hacer el mal, pero es malo no hacer el bien» (12-8-2018).