Misa 19 de diciembre 2021

Cuarto domingo de Adviento
La vela roja serÁ encendida en último lugar y con ella representamos y confirmamos nuestro amor incondicional a Dios Nuestro Señor y él a nosotros.

¡Dichosa tú, que has creído!

Papa Francisco: La liturgia de hoy se centra en la figura de María la Virgen Madre, que espera d ar a luz a Jesús, el Salvador del mundo.  María es un modelo de fe y caridad. ¿Cuáles eran sus pensamientos durante los meses de espera?  La respuesta proviene del pasaje de la visita de María a su pariente anciana, Isabel: «Entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel» .  Seguramente María estaba feliz con Isabel   por su maternidad, y a su vez Isabel saludó a María diciendo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?».   E inmediatamente elogia su fe: «Bienaventurada la que ha creído porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá!».  El evangelista nos dice que «se levantó María y se fue con prontitud» hacia Isabel:  apresurada, no ansiosa sino con prontitud, en paz.   «Se levantó»: un gesto lleno de preocupación. Podría haber se queda d o en casa para prepararse · para el nacimiento de su hijo; en lugar de eso, se preocupa primero de los demás, demostrando q u e ya es una discípula del que lleva en su vientre. La auténtica caridad es siempre el fruto del amor de D i os. La visita de María a Isabel nos prepara para vivir bien la Navidad, comunicándonos el dinamismo de la fe y la caridad. Este dinamismo es obra del   Espíritu Santo:  un dinamismo lleno de alegría, como vemos en el encuentro entre las dos madres, que es todo un himno de júbilo alegre en el Señor, que hace gran des cosas con los pequeños que se fían  de é l  {23-12-2018).

Al encender la cuarta vela de adviento una oración:

La Virgen y San José, con su fe, esperanza y caridad salen victoriosos en la prueba. No hay rechazo, ni frío, ni oscuridad ni incomodidad que les pueda separar del amor de Cristo que nace.Ellos son los benditos de Dios que le reciben. Dios no encuentra lugar mejor que aquel pesebre, porque allí estaba el amor inmaculado que lo recibe. Nos unimos a La Virgen y San José con un sincero deseo de renunciar a todo lo que impide que Jesús nazca en nuestro corazón.