Misa 1 de noviembre 2020

Todos los Santos

¡Bienaventurados!

Estamos unidos a todos los santos: no solo a los más conocidos, los del calendario, sino también a los «de la puerta de al lado», a los miembros de nuestra familia y conocidos  que ahora forman  parte de esa inmensa multitud. Hoy, pues, es una fiesta familiar. Los santos están cerca de nosotros, de hecho, son nuestros  verdaderos  hermanos y hermanas. Nos entienden,  nos aman, saben lo que es nuestro verdadero bien, nos ayudan y nos esperan. Son felices  y nos quieren felices con ellos en el paraíso. Por este motivo, nos invitan  al camino de la felicidad, indicado en el Evangelio de hoy, tan  hermoso  y conocido:  «Bienaventurados  los pobres de espíritu .. ., los mansos, los limpios de corazón … ». El Evangelio dice bienaventurados  los pobres,  mien­ tras que el mundo dice bienaventurados los ricos; dice bienaventurados los mansos, mien­ tras que el mundo dice bienaventurados los prepotentes; dice bienaventurados  los puros, mientras que el mundo dice bienaventurados  los astutos  y los vividores.  Este camino de la bienaventuranza, de la santidad, parece conducir al fracaso. Y, sin embargo,  los santos tienen  «palmas en sus manos», es decir, los símbolos de la victoria. Han ganado ellos, no el mundo. Y nos exhortan  a elegir su parte,  la de Dios que es santo.  Preguntémonos de qué lado estamos:  ¿del cielo o de la tierra?  ¿Vivimos  para el Señor o para nosotros  mis­ mos,  para la felicidad  eterna  o para alguna satisfacción  ahora? Preguntémonos:  ¿real­ mente  queremos la santidad? ¿Q nos contentamos con ser cristianos sin pena ni gloria, que creen  en Dios y estiman a los demás pero  sin exagerar?  El Señor lo pide todo,  y lo que ofrece  es la verdadera  vida, la felicidad  para la cual fuimos creados (1-11-2018) PAPA FRANCISCO