Misa 4 de octubre de 2020

Homilía XXVII Domingo del tiempo ordinario

  Tendrán respeto a mi hijo… 

La liturgia de este domingo  nos propone la parábola de los viñadores, a los que el jefe  confía  la viña que había plantado y después se va. Así se pone a prueba la lealtad de estos viñadores.  Llegado el tiempo  de la vendimia, el jefe manda a sus siervos a recoger los frutos. Pero los viñadores asumen  una actitud  posesiva:  no se  consideran simples  gestores, sino  propietarios, y se  niegan a entregar  lo que han recogido. Maltratan a los siervos hasta matarlos.  Matan también al hijo pensando que así habrían tenido  la herencia. Está aquí la gran novedad del cristianismo: un Dios que es siempre fiel  a su palabra, no se detiene y sobre todo  [no se venga! Dios ama, no se venga, nos espera para perdonarnos,  para abrazarnos. A través de las situaciones de debilidad y de  pecado, Dios continúa poniendo  en circulación el

«vino nuevo» de su viña, es decir,  la misericordia. Hay solo un impedimento:  nuestra arrogancia y nuestra  presunción, que se convierte  en ocasiones en violencia! El Señor, que nos llama a convertirnos en trabajadores de su viña, nos ayuda a entender la fe cristiana:  no la suma de preceptos  y de normas morales, sino una propuesta  de amor que Dios, a través  de Jesús, hizo y continúa  haciendo a la humanidad. Es una invitación a entrar en esta historia de amor, convirtiéndose  en una viña vivaz y abierta, rica de frutos y de esperanza para todos .( 8-10-2017) PAPA FRANCISCO