Misa 28 de febrero 2021

Segundo domingo de Cuaresma

  Este es mi Hijo, el amado; escuchadlo

Papa Francisco: El Evangelio de hoy, segundo domingo de Cuaresma, nos invita a contemplar la transfiguración de Jesús. Seis días antes Jesús había desvelado a sus discípulos que en Jerusalén debería «sufrir mucho y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres días» (Marcos 8, 31). Este anuncio había puesto en crisis a Pedro y a todo el grupo de discípulos, que rechazaban la idea de que Jesús terminara rechazado por los jefes del pueblo después asesinado.  Ellos esperaban a un Mesías poderoso, fuerte, dominador; en cambio, Jesús se presenta como humilde, manso, siervo de Dios, siervo de los hombres, que deberá entregar su vida en sacrificio, pasando por el camino de la persecución, del sufrimiento y de la muerte. Pero, ¿cómo poder seguir a un Maestro y Mesías cuya vivencia terrenal terminaría de ese modo? Así pensaban ellos. Y la respuesta llega precisamente de a transfiguración. ¿Qué es la transfiguración de Jesús? Es una aparición pascual anticipada: por un momento, muestra a sus discípulos su gloria, gloria de Hijo de Dios. La trans­ figuración permite así a los discípulos afrontar la pasión de Jesús de un modo positivo, sin ser arrastrados. Lo vieron cómo será después de la pasión, glorioso. Jesús les prepara para la prueba. La transfiguración ayuda a los discípulos, y también a nosotros, a entender que la pasión de Cristo es un misterio de sufrimiento, pero es sobre todo un regalo de amor, de amor infinito por parte de Jesús.  El evento de Jesús transfigurándose sobre el monte nos hace entender mejor también su resurrección. Para entender el misterio de la cruz es necesario saber con antelación que el que sufre y es glorificado no es solamente un hombre, sino el Hijo de Dios, que con su amor fiel hasta la muerte nos ha salvado (25-2-2018).