Misa 25 de diciembre 2021

Solemnidad de la Natividad del Señor

  Y la Palabra se hizo carne

Papa Francisco: José, con María su esposa, subió «a la ciudad de David, que se llama Belén». Esta noche, también  nosotros  subimos a Belén para descubrir el misterio de la Navidad. l. Belén: el nombre significa casa del pan. En esta «casa»  el Señor convocahoy a la humanidad.   Él sabe  que necesitamos alimentarnos para vivir. Belén es el punto de inflexión  para cambiar el curso de la historia.  Allí, Dios, en la casa del pan, nace en un pesebre. Como si nos dijera: Aquí estoy para vosotros,  como vuestro alimento. No toma, sino que ofrece el alimento;  no da algo, sino que se da él mismo. En Belén descubrimos  que Dios no es alguien que toma la vida,  sino aquel  que  da la vida.  El cuerpecito del Niño de Belén propone un modelo de vida nuevo: no devorar y acaparar, sino compartir  y dar. Dios se hace pequeño para ser nuestro alimento. Nutriéndonos de él, Pan de Vida, podemos renacer en el amor y romper la espiral de la avidez y la codicia. Desde la «casa del pan», Jesús lleva de nuevo al hombre  a casa, para que se convierta  en un familiar de su Dios y en un hermano de su pró­ jimo. Ante el pesebre, comprendemos  que lo que alimenta la vida no son los bienes,  sino el amor; no es la voracidad,  sino la caridad;  no es la abundancia ostentosa,  sino la sencillez que se ha de preservar. Y todavía hoy, en el altar, se hace pan partido para nosotros: llama a nues­tra puerta para entrar y cenar con nosotros. En Navidad  recibimos,  en la tierra a Jesús, Pan del cielo: es un alimento  que no caduca nunca, sino que nos permite saborear ya desde ahora la vida eterna.  2. Después de Belén casa de pan, reflexionemos  sobre Belén ciudad de David. Allí David, que era un joven pastor, fue elegido por Dios para ser pastor y guía de su pueblo.  En Navidad,  en la ciudad  de David, los que acogen  a Jesús son precisamente los pastores: en aquella primera Nochebuena  «se llenaron de gran temor»,  pero el ángel les dijo: «No temáis». El  hombre,  desde  los orígenes,  también  a causa del pecado, tiene miedo de Dios: «Me dio miedo[ … ]. y me escondí» (Gén 3,10), dice Adán después del pecado.  Belén es el remedio  al miedo, porque,  a pesar del «no» del hombre, allí Dios dice siempre «sí»: será para siempre Dios con nosotros. Y para que su presencia no inspire miedo, se hace un niño tierno. El Hijo  de David nace entre pastores para decirnos que nadie estará jamás solo. Los pastores de Belén nos dicen también cómo ir al encuentro  del Señor. Ellos velan  por la noche: no duermen, sino que hacen lo que Jesús tantas veces nos pedirá: velar {24-12-2018).