Misa 23 de mayo 2021

Solemnidad de Pentecostés

Recibid el Espíritu Santo

Papa Francisco: Hoy, con las prisas que nos impone nuestro tiempo, parece que la armonía está marginada: reclamados por todas partes, corremos el riesgo de estallar, movidos por un continuo nerviosismo que nos hace reaccionar mal  a todo. Y se busca la solución rápida, una pastilla detrás de otra para seguir adelante, una emoción detrás de otra para sentirse vivos. Pero lo que necesitamos sobre todo es el Espíritu: es él quien pone orden en el frenesí. Él es la paz en la inquietud, la confianza en el desánimo, la alegría en la tristeza, la juventud en la vejez, el valor en la prueba. Es quien, en medio de las corrientes tormentosas de la vida, fija el ancla de la esperanza. Es el Espíritu el que, como dice hoy san Pablo, nos impide volver a caer en el miedo porque hace que nos sintamos hijos amados (cf. Rom 8,15).   Él es el Consolador, que nos transmite la ternura de Dios. Sin el Espíritu, la vida cristiana está deshilachada, privada del amor que todo lo une. Sin el Espíritu, Jesús sigue siendo un personaje del pasado, con el Espíritu es una persona viva hoy; sin el Espíritu la Escritura es letra muerta, con el Espíritu es Palabra de vida. Un cristianismo sin el Espíritu es un moralismo sin alegría; con el Espíritu es vida. El Espíritu Santo no solo trae armonía dentro, sino también fuera, entre los hombres.  Nos hace Iglesia, compone las diferentes partes en un solo edificio armónico.  San Pablo lo explica bien cuando, hablando de la Iglesia, repite a menudo una palabra, «diversidad»: «diversidad de carismas, diversidad de actuaciones, diversidad de ministerios» (1 Cor 12,4-6). Somos diferentes en la variedad de cualidades y dones. El Espíritu los distribuye con creatividad, sin nivelar, sin homologar.   Y a partir de esta diversidad construye la unidad {9-6-2019).